En pleno vuelo Paris-Tokyo, sin saber ya como amenizar tan largo viaje, de repente, observé como mi compañera de asiento tenía entre sus dedos un pequeño trozo de papel cuadrado, de precioso estampado japonés y textura ligera, que plegaba delicadamente hasta darle una forma imprecisa. Jugaba con tan simple objeto, cuando lo colocó en la palma de su mano y cuidadosamente, como si de un caramelo se tratara, fue abriendo sus pliegues hasta convertirlo en una preciosa cajita en forma de estrella.
Me vino a la mente mi gusto, cuando era niña, de construir juguetes plegando papeles. De lo más clásicos: barcos, gorros, aviones, ranitas, cajas,... pero esto que acababa de ver era algo más, era todo un arte, el Origami.
Tras años de estudios técnicos, mi creatividad estaba ya muy escondida entre miles de planos y números. Pero mi pasión por este arte, que tiene mucho de técnica, me ha abierto las puertas a un mundo nuevo y desconocido para mí. En este último año, que llevo plegando papeles, además de aprender sobre técnicas y texturas, he descubierto como las personas tenemos la virtud de compartir aquello que quizás pueda interesar a alguien, sin esperar gran cosa a cambio. Y qué mejor medio que a través de un blog.
En este blog iré plasmando todas esas cosas que me transmiten emoción, pensamientos, noticias y creaciones inspiradas en esos grandes origamistas que cada día, en sus blogs, comparten conocimientos y arte con personas ávidas de nuevas ideas de plegado.
Cuando por la ventanilla del avión ya se distinguía la imponente ciudad de Tokyo y el vuelo llegaba a su fin, la joven extendió su mano hacia mí y, con esa timidez japonesa, me ofreció su figura. Sin saberlo, ese pequeño gesto cambió mi vida para siempre.
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